Siberia by Jesús María Sáez

Siberia by Jesús María Sáez

autor:Jesús María Sáez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela
publicado: 2017-10-30T23:00:00+00:00


8

MÉRIDA, BADAJOZ (ESPAÑA).

Domingo, 26 de junio de 2016.



Los quince coches que componían el Al Andalus, junto al vagón generador y la locomotora, estacionaron sobre la vía 6 de la estación de Mérida. Un autobús esperaba en el aparcamiento para comenzar el recorrido turístico por la ciudad. Primeramente se visitó una granja de cerdos ibéricos, lo que trajo a Masha ciertos recuerdos de su adolescencia. Después hicieron un recorrido por el lago Proserpina, para terminar la mañana viendo el impresionante Acueducto de los Milagros. Tras el almuerzo en un restaurante de cocina tradicional extremeña de la ciudad, Txema Beristain decidió enseñarle a Masha los templos romanos de la ciudad por su cuenta mientras el grueso de la expedición proseguía en el Museo Nacional de Arte Romano.

La temperatura era agradable, el termómetro marcaba veinticinco grados, y se paseaba cómodamente por las calles de la capital de Extremadura, habituadas a tórridos calores veraniegos.

Txema, que ya conocía la ciudad de cuando hizo un documental sobre la Vía de la Plata, invitó a su acompañante a contemplar el templo de Diana. La fabulosa construcción de finales del siglo I se levantaba imponente en un más que aceptable estado de conservación.

—Si esto te ha sorprendido —exclamó el guionista vasco viendo la cara de asombro de su compañera—, espera a ver el teatro y el anfiteatro romano…

—¿Dónde echaban a la gente a los leones?

—Eso es. Luchas de gladiadores y fieras salvajes. Entonces no había cine y se entretenían de esa forma.

Masha rio espontanea la ocurrencia. Continuaron paseando por las calles eméritas rumbo a las grandes construcciones. Poca gente se cruzó con ellos a esas horas de la tarde, en las que normalmente el calor apretaba más que en aquella jornada. La rusa bombardeaba con continuas preguntas al periodista sobre su pasado y su vida. Cuando llegaron al impresionante teatro romano, se sentaron en una de las cáveas restauradas sobre las que unos solitarios cipreses proyectaban una leve sombra.

—Mi vida, aunque te pueda parecer misteriosa o interesante, no tiene mucho aliciente. Es cierto que por mi trabajo he visitado lugares impensables para otras personas, pero también es verdad que los he vivido de manera superficial mientras realizaba mi cometido. Nací en Mondragón hace cuarenta y cinco años. Estudié en Vitoria, una ciudad verde y deliciosa para vivir que está muy cerquita. Pasaba de lunes a viernes en la casa de mi tía en la calle Zapatería, en pleno Casco Viejo. Los fines de semana regresaba con mis padres a Arrasate en el bus. Después me licencié como periodista en la Universidad de Leioa en Bilbao y comencé mi periplo por las televisiones, emisoras de radio y prensa gráfica hasta que un amigo desde Madrid me invitó a probar en la National Geographic. Les gusté, me gustó y allí me quedé. Luego he viajado mucho haciendo reportajes. Me considero un apátrida. He conocido incontables lugares, pero de todos ellos, solo tu tierra rusa me atrajo realmente y me enamoró.

—¿Cuánto tiempo estuviste viviendo en Rusia?

—Tres años. Fui con una expedición de la National que juntó a investigadores de Gran Bretaña con arqueólogos y exploradores rusos.



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